El fin del ESG

El ESG (Environmental, Social and Governance) es un marco de referencia para evaluar cómo las empresas gestionan la sostenibilidad, la ética y los riesgos a largo plazo. Su objetivo es reducir el daño ambiental, promover prácticas sociales justas y garantizar una gobernanza responsable, ayudando así a identificar las compañías mejor posicionadas para un éxito sostenible con mejores rendimientos ajustados al riesgo.

En Europa, el ESG cuenta con un fuerte respaldo político e institucional, a pesar de algunas críticas sobre su complejidad y coste. En cambio, en Estados Unidos, el tema se ha vuelto altamente politizado: los demócratas suelen apoyar las iniciativas ESG, mientras que muchos republicanos, especialmente en los estados conservadores, se oponen a ellas, calificando la inversión ESG de “capitalismo woke” y tratando de limitar su uso en fondos públicos.

En este contexto polarizado, Alex Edmans, profesor de finanzas en la London Business School, publicó en 2023 un provocador artículo titulado “The End of ESG”. El título resultó sorprendente, sobre todo viniendo de un defensor del concepto de inversión responsable, justo en el momento en que el ESG alcanzaba su punto máximo de popularidad.

Para 2023, el ESG ya se había convertido en corriente principal: las empresas habían creado cargos de Chief Sustainability Officer, vinculado la remuneración de los directivos a objetivos ESG e integrado estos criterios en su estrategia. A finales de 2021, más de 4.300 inversores, que representaban 121 billones de dólares, habían firmado los Principios para la Inversión Responsable (PRI), frente a solo 63 signatarios y 6,5 billones en 2006. Los reguladores establecieron taxonomías para definir las actividades “sostenibles”, y los fondos empezaron a evaluarse según su nivel de integración ESG. Incluso los consumidores comenzaron a ajustar sus decisiones de compra en función del desempeño ESG de las empresas.

El artículo de Edmans tuvo un impacto considerable. El profesor Alexander Bassen, experto en ESG y miembro de la Commission on Environment, Social, and Governance (CESG) de la Federación Europea de Asociaciones de Analistas Financieros (EFFAS), lo calificó como uno de los textos más importantes jamás escritos sobre la inversión ESG.

¿Qué quiere decir Edmans con “El fin del ESG”?

Sostiene que el ESG debe entenderse como un impulsor de valor a largo plazo, no como una lista de verificación para demostrar compromiso por encima de otras prioridades.

En cuanto a los indicadores ESG, advierte que la estandarización, aunque mejora la transparencia, puede fomentar un cumplimiento mecánico en lugar de una auténtica creación de valor. Las empresas deberían centrarse en indicadores estratégicos relevantes para su sector: por ejemplo, las emisiones de carbono en energía o la satisfacción del cliente en el comercio minorista. Propone equilibrar el enfoque tradicional de “no hacer daño” con evidencias de contribuciones activas a la sociedad. La sobreestandarización, señala, corre el riesgo de eclipsar factores más difíciles de medir, como la innovación y la cultura corporativa.

La remuneración vinculada al ESG

Es una tendencia en crecimiento. Vincular la compensación de los directivos a métricas ESG puede demostrar compromiso, pero objetivos demasiado estrechos pueden desviar la atención de metas más amplias, como cuando las cuotas de diversidad eclipsan los esfuerzos de inclusión. Edmans propone vincular la remuneración a la creación de valor a largo plazo, integrando el ESG de manera natural. Este tipo de incentivos puede ser útil cuando se asocian a metas claras y estratégicas, pero no debería imponerse de forma generalizada.

Fondos ESG: oportunidades y desafíos

Los fondos ESG ilustran tanto las oportunidades como los retos de esta filosofía. Han atraído más de 17 billones de dólares y se promocionan como capaces de ofrecer tanto rentabilidad como impacto social, pero la evidencia sobre su desempeño superior es mixta. Estos fondos influyen en las empresas de dos formas: mediante la “salida” (exit), encareciendo el capital para las rezagadas, o mediante la “voz” (voice), participando activamente a través del voto y el diálogo. Sin embargo, los riesgos de greenwashing son considerables, por lo que la supervisión regulatoria resulta esencial. La rendición de cuentas, enfatiza Edmans, debería aplicarse a todos los fondos, no solo a los que llevan la etiqueta ESG.

Controversias y complejidad del ESG

Las controversias muestran la complejidad del ESG. Las calificaciones varían ampliamente entre agencias, reflejando juicios subjetivos más que verdades absolutas. Edmans considera esta diversidad como algo positivo, no como un defecto. Las etiquetas binarias como “ESG” frente a “no ESG” simplifican en exceso la realidad —como lo demuestra la reclasificación de empresas de defensa como “aptas para ESG” durante el conflicto de Ucrania. Mientras tanto, el debate en torno al ESG se ha polarizado: los críticos lo desestiman como ideología y los defensores tienden a ignorar las críticas legítimas. Se necesita un diálogo constructivo basado en la evidencia.

Investigación y enseñanza: ampliar y profundizar

En materia de investigación, Edmans pide un enfoque más amplio y detallado: examinar los intangibles como la innovación y el capital humano, centrarse en dimensiones específicas como el impacto climático, y reconocer que la eficacia del ESG varía según el contexto. Las relaciones no siempre son lineales: el exceso de inversión puede ser contraproducente. Los datos cualitativos, como las encuestas a empleados, pueden ofrecer una comprensión más rica que los números por sí solos.

En la enseñanza, el ESG debe integrarse, no tratarse como un tema aislado. Debe formar parte de las prácticas empresariales fundamentales, como el análisis de riesgos y los cálculos de valor presente neto. Por ejemplo, los cursos de finanzas sobre proyectos de energía renovable vinculan naturalmente el ESG con las herramientas de valoración tradicionales. Los docentes deben evitar etiquetas superficiales, desarrollar una verdadera especialización en temas complejos como el “net zero”, y priorizar una enseñanza rigurosa y práctica que incorpore el ESG en la creación de valor a largo plazo.

Conclusión: integración, no desaparición

El mensaje central de Edmans es que el ESG es “extremadamente importante, pero nada excepcional”. Es esencial tanto para el valor de los accionistas como para los resultados sociales, pero no debe politizarse ni sobredimensionarse. Debe entenderse como una parte natural de una estrategia más amplia de creación de valor. “The End of ESG” no anuncia su desaparición, sino su evolución: el paso de un tema de nicho a una práctica integrada y generalizada.

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