Trump es Nerón mientras Washington arde

El senador francés Claude Malhuret pronunció un poderoso discurso sobre las consecuencias para Europa del cambio de rumbo de la política de Estados Unidos hacia Ucrania. Antiguo alcalde de Vichy, Malhuret es también médico, epidemiólogo y expresidente de Médicos Sin Fronteras. Actualmente forma parte del partido centrista Horizons, representando al departamento de Allier.

Su discurso, marcado por una gravedad urgente y una fuerza retórica impresionante, se volvió rápidamente viral en las redes sociales.
(Nota: el título «Trump es Nerón mientras Washington arde» no formaba parte del discurso original de Malhuret, sino que fue añadido en el artículo publicado por The Atlantic.)

por Claude Malhuret

«Europa se encuentra en una encrucijada crucial de su historia. El escudo estadounidense se desvanece, Ucrania corre el riesgo de ser abandonada y Rusia se ve reforzada. Washington se ha convertido en la corte de Nerón: un emperador incendiario, cortesanos sumisos y un bufón bajo ketamina encargado de purgar la administración pública.

Esto es una tragedia para el mundo libre, pero ante todo es una tragedia para Estados Unidos.
El mensaje de Trump es que no sirve de nada ser su aliado, porque no te defenderá, te impondrá más aranceles que a sus enemigos y amenazará con apoderarse de tus territorios, mientras apoya a las dictaduras que te invaden.

El autoproclamado “rey del trato” demuestra ahora que su arte del acuerdo consiste en rendirse. Cree que intimidará a China arrodillándose ante Vladímir Putin, pero Xi Jinping, ante semejante naufragio, probablemente esté acelerando los preparativos para invadir Taiwán.

Nunca en la historia un presidente de Estados Unidos se había rendido ante el enemigo. Nunca ninguno había apoyado a un agresor contra un aliado, emitido tantos decretos ilegales ni destituido de un golpe al alto mando militar. Nunca uno había pisoteado la Constitución estadounidense, debilitado los contrapesos del poder y tomado el control de las redes sociales mientras amenazaba a los jueces que podrían frenarlo.

Esto no es una deriva iliberal; es el comienzo de la confiscación de la democracia. Recordemos que solo hizo falta un mes, tres semanas y dos días para derribar la República de Weimar y su constitución.

Tengo confianza en la solidez de la democracia estadounidense, y el país ya empieza a reaccionar. Pero en un solo mes, Trump ha hecho más daño a América que en los cuatro años de su anterior presidencia. Estábamos en guerra contra un dictador; ahora combatimos a un dictador apoyado por un traidor.

Hace ocho días, justo cuando Trump palmoteaba la espalda de Emmanuel Macron en la Casa Blanca, Estados Unidos votaba en la ONU junto a Rusia y Corea del Norte contra los europeos que exigían la retirada de las tropas rusas.

Dos días después, en el Despacho Oval, el prófugo del servicio militar daba lecciones morales y estratégicas al héroe de guerra Volodímir Zelenski, antes de despedirlo como a un mozo de cuadra, ordenándole someterse o dimitir.

Esa noche, dio un paso más en la infamia, al detener la entrega de armas prometidas.
¿Qué hacer ante tal traición? La respuesta es simple: resistir.

Y sobre todo, no equivocarse. La derrota de Ucrania sería la derrota de Europa. Los Estados bálticos, Georgia y Moldavia ya están en la lista. El objetivo de Putin es volver a Yalta, donde la mitad del continente fue cedida a Stalin.

Los países del Sur global esperan el desenlace del conflicto para decidir si deben seguir respetando a Europa o si ya son libres de pisotearla.

Lo que quiere Putin es el fin del orden mundial establecido hace 80 años por Estados Unidos y sus aliados, cuyo primer principio era la prohibición de adquirir territorios por la fuerza.

Esa idea está en la base misma de la ONU, donde hoy los estadounidenses votan a favor del agresor y en contra del agredido, porque la visión trumpista coincide con la de Putin: un retorno a las esferas de influencia, donde las grandes potencias dictan el destino de los países pequeños.

Groenlandia, Panamá y Canadá para mí; Ucrania, los Bálticos y Europa del Este para ti; Taiwán y el mar de China para él.
En las cenas de los oligarcas golfistas de Mar-a-Lago, a eso lo llaman “realismo diplomático”.

Estamos, pues, solos. Pero el relato según el cual no se puede resistir a Putin es falso. Contrariamente a la propaganda del Kremlin, Rusia va mal. En tres años, la supuesta segunda potencia militar del mundo apenas ha logrado arrebatar migajas a un país tres veces menos poblado.

Con tipos de interés al 25 %, el colapso de las reservas de divisas y oro, y una crisis demográfica, Rusia está al borde del abismo. El salvavidas estadounidense lanzado a Putin es el mayor error estratégico cometido en una guerra.

El golpe ha sido violento, pero tiene una virtud: los europeos salen de su negación. Entendieron en un solo día en Múnich que la supervivencia de Ucrania y el futuro de Europa están en sus manos y que tienen tres imperativos.

Primero, acelerar la ayuda militar a Ucrania para compensar el abandono estadounidense, para que resista y para asegurar la presencia de Europa en cualquier negociación.

Esto costará caro. Habrá que poner fin al tabú de usar los activos rusos congelados y esquivar a los cómplices de Moscú dentro de la propia Europa mediante una coalición de países voluntarios, incluyendo por supuesto al Reino Unido.

En segundo lugar, exigir que cualquier acuerdo incluya el retorno de los niños secuestrados, de los prisioneros y garantías de seguridad absolutas.
Después de Budapest, Georgia y Minsk, sabemos lo que valen los acuerdos con Putin. Esas garantías solo serán creíbles con una fuerza militar capaz de impedir una nueva invasión.

Por último —y con mayor urgencia, porque llevará más tiempo— hay que reconstruir la defensa europea, descuidada desde 1945 bajo el paraguas estadounidense y desmantelada tras la caída del muro de Berlín.
Es una tarea hercúlea, pero de su éxito o fracaso dependerá cómo juzgarán los libros de historia a los líderes de la Europa democrática actual.

Friedrich Merz acaba de declarar que Europa necesita su propia alianza militar.
Es el reconocimiento de que Francia tenía razón desde hace décadas al defender una autonomía estratégica.

Ahora hay que construirla.
Será necesario invertir masivamente, reforzar el Fondo Europeo de Defensa fuera de los criterios de deuda de Maastricht, armonizar los sistemas de armas y municiones, acelerar la adhesión de Ucrania —hoy el primer ejército de Europa—, repensar la disuasión nuclear basada en las capacidades francesa y británica, y relanzar los programas de escudo antimisiles y satélites.

Europa solo volverá a ser una potencia militar si vuelve a ser una potencia industrial.
Pero el verdadero rearme de Europa es su rearme moral.

Debemos convencer a la opinión pública frente al cansancio de la guerra y el miedo, y sobre todo frente a los cómplices de Putin en la extrema derecha y la extrema izquierda.

Dicen querer la paz. Lo que ni ellos ni Trump dicen es que su paz es la rendición: la paz de la derrota, el reemplazo de un Zelenski gaullista por un Pétain ucraniano al servicio de Putin, la paz de los colaboracionistas que durante tres años se han negado a ayudar a los ucranianos.

¿Es este el fin de la alianza atlántica? El riesgo es grande.
Pero en los últimos días, la humillación pública de Zelenski y todas las decisiones insensatas de este mes han empezado a hacer reaccionar a los estadounidenses.
Las encuestas se desploman, los legisladores republicanos son recibidos con abucheos en sus distritos, incluso Fox News empieza a volverse crítica.

Los trumpistas ya no están en la cima.
Controlan el Ejecutivo, el Congreso, la Corte Suprema y las redes sociales, pero en la historia de Estados Unidos los defensores de la libertad siempre han acabado triunfando. Están empezando a levantar la cabeza.

El destino de Ucrania se decidirá en las trincheras, pero también depende de quienes defienden la democracia en Estados Unidos y, aquí, de nuestra capacidad para unir a los europeos, encontrar los medios de una defensa común y devolver a Europa el papel de potencia que un día tuvo y que duda en recuperar.

Nuestros padres derrotaron al fascismo y al comunismo al precio de todos los sacrificios.
La tarea de nuestra generación es vencer los totalitarismos del siglo XXI.

¡Viva Ucrania libre, viva la Europa democrática!

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